Título: Libro de esbozos
Autor: Jack Kerouac
Género: Poesía
Por Martín Moreno Francese
La reedición de las poesías reunidas en el Libro de esbozos (Bruguera, 2008) permite echar un vistazo a las recetas con las que su autor, Jack Kerouac (1922-1969), elaboró sus textos más perdurables. Y la fórmula, es necesario advertirlo desde un principio, no es otra que escribir y escribir y escribir. Al respecto, nuestro hombre apunta: “& dale/ a la mano en la/ tierra bajo los/ cielos hasta que tengas calambres/ & te duela, pues/ ese es tu abnegado/ destino”. Obviamente, a eso Kerouac sumó talento, pero también un método: “En toda escritura, creativa/ o reflexiva, tiene que haber/ un único modo:/ es decir, el modo/ inmediato, sin planificar, que fluye/ libremente”.
En estos bosquejos, estas anotaciones trazadas al correr de la pluma en las libretas que garabateó de manera furiosa entre 1952 y 1957, aparecen con recurrencia los temas y obsesiones que el autor de En el camino trató a lo largo de toda su obra: las referencias literarias, sus días como trabajador ferroviario, el alcohol y las drogas, los viajes a través de la Norteamérica de posguerra, su visión apocalíptica de la civilización occidental, sus arrestos de pastor borracho, sus descripciones impregnadas de vida, la conversación intrascendente e idiosincrática, sus amigos y la música, entre otras tantas. Porque todo es material de escritura para Kerouac y en ningún otro como en este libro ese axioma es tan evidente. ¿Es posible poner al mundo en palabras para poseer su verdad, su esencia, aun conociendo lo vano del intento? Ese pareciera ser su propósito. Por supuesto, siempre a través del tamiz del yo, ese elemento insustituible e ineludible de sus creaciones.
Acerca de los bocetos que llenan página tras página del vasto volumen, Kerouac dirá: “Esbozar es eficaz/ pero no divertido; no es/ artísticamente apasionante”, no es como “escribir un Cody Pomeray en/ Los Billares”. Es decir, no es como componer Visiones de Cody, Big Sur o Los Vagabundos del Dharma, para mencionar solo algunos de los libros en los que Neal Cassidy aparece bajo ese nombre. Pero son un instrumento eficaz, adecuado para cumplir su misión. Porque la escritura debe ser espontánea: “El flujo/ de palabras no debe perturbarse, / ni olvidarse la imagen en/ aras de las palabras, ni/ prolongarse las imágenes más allá/ de su fuerza literariocinematográfica”. El libro entero es una continua reflexión sobre la labor del escritor, la escritura y la materia de que está hecha. “Tengo que con-/ vertirme en historiador, /observar la historia de la sociedad/ & escribir historias del mundo/ en una furiosa prosa alucinada, / pero un testimonio de los / ángeles personalizando todos los / lugares encantados que he / visto, escrito para los ángeles /no los editores & lectores, / una historia completa de / mi vida interior completa”. Estos ejemplos de furiosa poesía alucinada, a veces interrumpida por anotaciones simples del tipo “estoy aburrido”, son la prueba acabada de una fórmula que supo dar frutos imperecederos al máximo exponente de la Generación beat y, al mismo tiempo, guardar para la eternidad sus desesperadas lamentaciones “Dios/ santo/ has de mí/ un escritor/ otra vez/ por favor”.
Kerouac, que supo tomar de la música un modelo afín a su búsqueda estética, elige la metáfora y apunta sus prevenciones sobre el método: “Sé como Bird, encuentra/ pequeñas melodías trama en las que/ hilvanar tus complejidades/ siguiendo una línea conocida / o sonarás como/ un Tristano loco”. De pronto, encuentra su veta y vuelve sobre un pensamiento esbozado en otra parte: “Las palabras son claras como/ en el reflejo del/ mundo sobre el agua. /Por lo tanto escribe la/ Palabra de inmediato, en todas partes, / desde ahora hasta que se te quede/ la mano paralizada, /pues ahí está tu obra para Dios”. Quien sabe que vino al mundo para ser escritor, ¿qué otra cosa puede hacer además de escribir? Es una pregunta que el Libro de esbozos parece responder.
Escrito en el marco del curso Periodismo cultural: la reseña, el artículo y la crónica.