Hace unos días una mujer se quejó de que el gobierno argentino financia los estudios universitarios de los estudiantes extranjeros. Efectivamente, muchos jóvenes, entre ellos chilenos, vienen aquí atraídos por la calidad y gratuidad de la educación. La pregunta de la mujer me quedó rondando.
En el centro cultural San Martín anuncian un ciclo de cine esloveno. Le escribo a mi amiga eslovena que conocí en Capadocia para que me recomiende una película. A vuelta de correo vienen dos títulos y una aclaración: “We are very critical to our film production, acting is ususlly dramatic (like on stage, not in movie), language is slow with letups, influence of “film noir”… But from your point of view it might look better”.
En el piso 10 del San Martín hay una cantidad impensada de cinéfilos. Sobre un largo mesón con mantel blanco brilla copas y vasos con agua, jugo y champán. Los amantes de las películas raras acostumbran venir aquí con la ropa que usaron en el día o que apresuradamente cogieron al salir. Los que asisten hoy a ver Dulces sueños están decorados para un coctel de media tarde. Por las palabras extranjeras que cruzan, supongo que es parte de la colonia eslovena; funcionarios de la embajada, comerciantes, hombres de negocios, mujeres que se vinieron por amor o trabajo y, a pesar de que llevan años en Buenos Aires, cada vez que hay un evento, generalmente cultural, sacan las tenidas que se hubiesen puesto de estar en su país.
A pesar de que durante el mandato de Tito, Eslovenia era el más occidental de los estados yugoeslavos, hay en sus vestimentas -entalladas, cortas, brillantes- una formalidad un poco fuera de lugar, sensación que se afianza al pasar una estela de perfume dulce, espeso, como aquel emigrante que huyó de Alemania y no pudo dejar de llevar consigo una botellita de Chanel, en uno de los excelentes cuentos de Gente que baila del argentino Norberto Soares.
En su discurso, el embajador hace hincapié en que las copias que veremos son en 36 mm porque, a pesar de la modernidad, en Eslovenia se continúa filmando en celuloide. Le toca el turno al director de la película. Muchas frases de buena crianza. Comienzo a lamentar haber escogido la película que inicia el ciclo, cuando tras un silencio que tomo por despedida, el director cambia el tono de voz y, como si diera vuelta la página o abandonara el acartonado libreto, dedica la proyección a un argentino que estudió con él en el Instituto Fílmico de Eslovenia y que, entre otros descubrimientos, le hizo conocer el mate y el dulce de leche, pero sobre todo le habló de este país que ahora, después de muchos años y de la muerte de su amigo, le toca conocer.
Me habría gustado traer a la mujer que se quejaba de los estudiantes extranjeros.Dulces sueños, como otras películas realizadas por la generación que creció en una dictadura, sea del PC o de los militares, o que trata sobre los niños que en ella se formaron, tiene una mirada entre nostálgica y ácida sobre el sistema y sobre los adultos; padres, profesores, parientes que, con su muda obediencia, permitieron que eso ocurriera.
Mientras estuve en Eslovenia, mi amiga me contó que, junto con el bienestar económico que le trajo la integración a la Comunidad Económica Europea, diariamente iban desapareciendo los criterios éticos y estéticos que podían oponer al economicismo. Hace un par de años tomó la decisión, muchas veces postergada, de trabajar solo unas pocas horas a la semana para el Estado y el resto del tiempo, en trabajos particulares; mientras en el Estado soportaba la burocracia, la jerarquía, la abulia, como profesional independiente ha tenido que enfrentar a que el dinero manda.
Al tercer día, sin champán, agua o jugo, volvieron a la sala del Centro San Martín, los amantes de las películas raras con la ropa que usaron en el día o que apresuradamente cogieron al salir.