Por Héctor Tizón
En el primer libro de un escritor están ya perfilados todos los libros futuros. La consecuencia es triste: uno piensa para qué entonces me pasé 50 años en esto y llegué a escribir dos mil páginas. Para nada en realidad, pero tampoco se puede dejar de escribir. La literatura es apenas una manera de contar, porque lo importante no es lo que se cuenta sino cómo se lo cuenta. Y desde la prehistoria hasta ahora la historias son siempre las mismas: Caín sigue matando a Abel, alguien sigue robando una mujer y desata la guerra de Troya, alguien se va de viaje a dar una vuelta hasta que llega la hora de volver…
No se puede ser fiel a la realidad: uno tiene que ser lejanamente infiel. Como en las parejas: cuando uno es más lejanamente infiel, más perdura el vínculo. Las verdades contundentes pueden servir para determinadas parcelas de la ciencia, pero no para todo. En la literatura y en la vida cotidiana, no hay verdades contundentes. A veces, cuando se establece un silencio entre los integrantes de una pareja uno de ellos pregunta: ¿en qué estás pensando?, a lo que él o ella responde automáticamente “Nada”, lo cual es de alguna manera es cierto porque en el origen de todo pensamiento, como en el origen de toda obra de arte, está lo irrisorio.