Por Carmen Martín Gaite
1. Mi tabla de salvación es mi pluma estilográfica que heredé de mi padre para llenar cuadernos con la mejor letra posible, como cuando era escolar.
2. La profesión de escritor es solitaria, conlleva todos los titubeos, incertidumbres y sorpresas propios de cualquier aventura emprendida con entusiasmo.
3. En un mundo dónde se huye de la soledad, el escritor desconcierta como nadador contra corriente y de todos lados surgen voces que le quieren anexionar a un grupo y hacerle esclavo de sus normas y reglas. Al disidente solo le resta seguir aguantando en su reducto, a partir de cero, invocando la fé juvenil con la que comenzó su carrera. La escritura es un asunto relacionado con la fe, no con el medro ni el negocio, y por ahí vienen las contracciones de su aprendizaje.
4. Cuando los escritores comienzan en el oficio, tienen poca destreza pero mayor fe y entusiasmo. A medida que pasan los años, el escritor consigue mayor reconocimiento o menos por parte del público, se ve forzado a confesar cómo la fe de sus comienzas se le ha venido abajo. Para estos momentos, lo mejor es recuperar y revivir aquella fe de antaño. Si no se consigue, se corre el peligro de estar metiéndose en unos railes demasiado cómodos que amortiguan cualquier sobresalto. Y en el fondo no es eso lo que busca ni quiere.
5. Nunca se deja de aprender en la escritura. Esa vocación se renueva y cuestiona cada vez que te enfrentas a una hoja en blanco. A un escritor nadie la garantiza por el hecho de haber escrito un libro, que el próximo será mejor, ni tan siquiera bueno.
6. ¿Para qué escribo? Para lanzar preguntas, para interrumpir los asertos ajenos, para tratar de entender mejor lo que no está tan claro como dicen, para distanciarse de la realidad, mirarla como un espectador y convencerse de que nada es lo que parece.
7. Cuando me pongo a escribir pienso que al lector le importa más el producto cultural cerrado que le ofrezco, que mi propio discurso. Y no se por qué lo sigo creyendo porque últimamente tengo noticias de mis amigos lectores más que suficientes para saber que no es así.
8. Olvidarse de la literatura es vehículo para escribir mejor literatura.
9. Se nos va atrofiando la capacidad de pensar por nosotros mismos, y creo que es preferible equivocarse a callar, todo, menos llevar dentro al jefe de la manada. No podemos seguir actuando a golpe de silbato mental. ¿La razón? El miedo a la libertad de siempre. A la gente le da miedo ir por libre, prefiere la excursión programada a la selva de las palabras. Ha pasado siempre. Es el camino fácil. Yo creo que no hay que tener miedo a descarrilar.
10. Me fascinan los escritores con los que puedo hablar de literatura y huyo de los pesados que sólo hablan de tiradas, contratos y dinero. Huyo de la oscuridad en la literatura, de la tendencia a escribir complicado y difícil, tal vez por ser tan fácil. Persigo la frescura, la credibilidad y la coherencia, sobre todo la coherencia.
11. Me gusta ir avisando al lector de que un personaje va a tener interés. Porque me agrada que el lector me siga. Yo pienso mucho en el que me va a leer, soy muy considerada con él, que bastante favor me hace leyéndome.
Fuente: blog de Juan Carlos Sánchez