Por David James Poissant
Muchos escritores norteamericanos dicen: “Escribí sobre lo que conocés”. Otros dicen: “Escribí sobre lo que te gustaría conocer”. Yo escribo sobre lo que me da miedo. Le tengo un profundo miedo a la muerte y creo que todos lo tenemos. Aunque más o menos intento olvidarme o dejar de lado el temor que me genera la muerte, confieso que no puedo evitar que aparezca en la escritura.
Una vez fui a una convención en la que estaba Barry Hannah, un escritor que admiré mucho y que murió hace unos años, y en su conferencia dijo que el punto de cualquier historia es que exista un conflicto. Por ejemplo, la historia de Adán y Eva sin conflicto sería simplemente un hombre y una mujer desnudos en un lugar con animalitos. Al principio, cuando empecé a escribir, fracasaba porque no había conflicto en lo que escribía y normalmente eso es lo que sucede con casi todos los escritores. Así como en la vida real tratamos de mantenernos alejados todo lo posible de los problemas, aunque vuelvan a aparecer siempre, llega un momento en la historia de la propia escritura que hay que tratar con ese material problemático. Lo que es difícil para el escritor tiene que resultar una facilidad para el lector.