Por Mario Levrero
Y al fin y al cabo, creo yo, el destino de toda cosa en el universo, tal vez incluso el universo mismo, sea convertirse en Literatura. Todo hecho que no se pierde de la memoria, se vuelve Historia o Novela, y finalmente la Historia se lee como Novela, cuando ha pasado mucho tiempo y ya los nombres y las situaciones carecen de significación afectiva para nosotros. Todo es, o será, Literatura, o por lo menos todo es, o será, leído. O al menos escrito. Por ejemplo, Napoleón. ¿Qué diferencia hay, para nosotros, ahora, que haya existido en la vida real o que no haya existido? Hoy Napoleón es una entrada en mi diccionario enciclopédico, por la letra N, y otra por la B. También es para mí una novela de Joseph Roth, llamada Los cien días, y que trata de Napoleón; y una letra N con dos ramitas de laurel, impresas en un puente de París (si la memoria no me es infiel) y en una botella de cognac. En la etiqueta, creo. Mi apellido será una entrada en el diccionario o no será nada, que lo mismo da, cuando se haya perdido su memoria en la mente de las personas. Quiero decir: no importa que me falle la memoria, o que me engañe, inventándome cosas o, peor, deformándome cosas. Lo que importa es que lo que yo escribo sea Literatura, es decir, que si alguna vez alguien lo lee, lo encuentre interesante, o entretenido. No es preciso que sea Historia, porque tarde o temprano, la Historia también se leerá como Novela. Pero eso ya lo dije.
Fuente: Levrero, Mario, El alma de Gardel, Random House Mondadori, Buenos Aires, 2011.