Por Toni Morrison
Comenzar antes del amanecer surgió como una necesidad — tenía niños pequeños cuando empecé a escribir y necesitaba aprovechar el tiempo antes de que ellos dijeran Mamá — y eso siempre era alrededor de las cinco de la mañana. Muchos años más tarde, cuando dejé de trabajar en Random House, me quedé en casa durante un par de años. Descubrí cosas de mí misma que nunca había pensado antes. Al principio no sabía cuándo quería comer, porque yo siempre había comido cuando era la hora del almuerzo, la cena o el desayuno. El trabajo y los niños habían impulsado todos mis hábitos… No conocía los sonidos de mi casa; todo me hacía sentir un poco de vértigo.
En esa época estaba metida en la escritura de Beloved —esto era en 1983—y entonces me di cuenta de que tenía mucho más despejada la cabeza, me sentía más segura y era más inteligente por las mañanas. El hábito de levantarme temprano, que tomé cuando los niños eran pequeños, pasó a ser mi elección. No era ni muy brillante ni muy ingeniosa ni muy creativa después de que se pusiera el sol.
Siempre pensé que no seguía ningún ritual, pero hablando con una escritora en una ocasión, me di cuenta de que siempre me levanto y hago café cuando todavía es de noche —tiene que ser de noche— y me bebo el café mientras veo cómo sale el sol. Entonces, mi amiga me dijo: “Bueno, pues eso es un ritual”. Entonces me di cuenta de que para mí este ritual supone mi preparación para entrar en un espacio que solo puedo llamar “nonsecular”… Todos los escritores desarrollan formas de llegar a ese lugar en el que esperan hacer el contacto, donde se convierten en el conducto, o donde se enganchan en ese misterioso proceso. Para mí, la luz es la señal de esa transición. No se trata de estar en la luz, sino de llegar ahí antes de que ésta llegue. Me activa, de alguna manera.
No soy capaz de escribir con regularidad. nunca he sido capaz de hacerlo —sobre todo porque siempre he tenido un trabajo de nueve a cinco—. Tenía que escribir fuera de ese horario, con prisas, o echarle horas durante el fin de semana y antes del amanecer.
Fuente: The Paris Review