Por Sylvia Plath
Lo cierto es que cuando se tiene éxito, como nos ocurre a nosotros, hay que andarse con muchísimo cuidado, porque a la mayoría de la gente en el fondo le gustaría vernos caer en el fango, derribados de nuestro airoso corcel; por muy buenos amigos que sean, no pueden evitar los celos. En general, considero preferible no hablar de lo que publico, pues los amigos sólo son capaces de alegrarse por ti durante un tiempo y luego, sin poder evitarlo, empiezan a desear estar en tu lugar y a envidiarte. Es triste, pero es así…
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Para escribir, lo importante no es hablar de ello, sino hacerlo; por malo o mediocre que sea el resultado, lo que cuenta es el proceso y la producción, no sentarse a teorizar sobre la manera ideal de escribir, o sobre lo bien que una podría hacerlo si realmente se lo propusiera y tuviera el tiempo necesario. Como me dijo el señor [Alfred] Kazin. «No se escribe para ganarse la vida; se trabaja para poder escribir».
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Jamás podría ser una escritora estrecha de miras e introvertida, como tantos, pues lo que escribo está absolutamente ligado a mi vida.
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Cuando digo que necesito escribir, no quiero decir que forzosamente tenga necesidad de publicar. Hay una gran diferencia. Lo importante es dar forma estética a mi experiencia caótica, lo cual representa mi forma de religión, como lo era para James Joyce, y es tan necesario para mí. . . como la confesión y la absolución para un católico practicante.
Ya no me hago ilusiones sobre lo que escribo; pienso que si trabajo puedo llegar a ser competente y a publicar algo de vez en cuando. Pero lo fundamental para mí es el proceso de escribir, no la aceptación; y si paso por un periodo yermo, como me ocurrió el trimestre pasado, espero y mientras vivo con más intensidad, con los ojos, los oídos y el corazón abiertos, y así el periodo productivo, cuando llega, es más fecundo.
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¡Cuánto deseo poder ponerme a escribir de nuevo! Cuando analizo las metáforas que emplea Henry James para hacer más evidente y real un estado emocional, ardo de ganas de ponerme a crear mis propias metáforas. Cuando le oigo decir a uno de los catedráticos: «Sí, el bosque es sombrío, pero sus sombras son verdes: connotación de enfermedad, muerte, etc.». Me dan ganas de tirar los libros y de ponerme a escribir mis poemas, aunque sean malos, y mis narraciones, y a vivir fuera de ese aire ordenado, gris y de segunda de la universidad. No me gusta hablar de D.H. Lawrence y de lo que los críticos piensan de él. Me gusta leerlo para mí sola, para que influya en mi propia vida y en lo que escribo.