Por Ariel Bermani*
Hacer.
Uno. Paciencia. No te dejes ganar por la ansiedad, ni la deseperación. Antes de buscar editor buscá un psicólogo y si ya tenés psicólogo y sentís que no va a poder contenerte, buscá otro. No digo que tengas dos, dejá el que tenés y probá con otro. Y también empezá alguna disciplina oriental. Yoga, por ejemplo.
Dos. El yoga y la nueva terapia serán fundamentales para que empieces la búsqueda del editor. Pero falta todavía un paso previo a la búsqueda. Una máxima fundamental. Si es necesario, hacete un tatuaje en la mano que más uses. El tatuaje debe decir: “no voy a pagar por publicar”. Podés buscar variantes, incluso: “no pago ni en pedo”. “Ustedes tienen que pagarme a mí”. “Ojo al piojo”.
Tres. Hacé una lista de editoriales donde te gustaría publicar. Mejor dos listas: la primera, con las editoriales que te gustan. La segunda, con las editoriales que, según te parece o te dijeron o sospechás, puede llegar a ser razonable mandar un libro como el tuyo.
Cuatro. Entrenado en el ejercicio de la paciencia, ponete en contacto con autores que admires: mandá mails, llamalos por teléfono, reunite en bares con ellos. Pagá vos los cafés, no seas miserable. Incluso pagales el whisky, si es necesario. En algún momento de la charla o del intercambio de mails, mostrales tus listas y preguntales qué opinan. Con un fibrón verde -o rojo, o fucsia- marcá las cuatro o cinco editoriales que sigan en pie.
Cinco. Mandales mails a esas cuatro o cinco esperanzas que ahora se están abriendo en tu camino. Por supuesto, además de averiguar las direcciones de mail -cosa fácil, con entrar en las respectivas páginas alcanza-, tomá en cuenta que tenés que escribirle al editor responsable. Seguramente, esas editoriales son pequeñas. Es raro que te den bola en los sellos grandes si vos sos un autor nuevito, inédito.
Seis. Tené presentes el punto uno y el punto dos de este decálogo. Es probable que no te contesten enseguida. O que nunca te contesten. Pero también es probable que de cuatro mails, recibas una respuesta. Leé esa respuesta varias veces, pero no te obsesiones.
Siete. Si esa respuesta es lo que esperabas, si te piden que les mandes tu libro por mail o que lo lleves, impreso y anillado, el primer paso del proceso ya estará completado. Si te dicen que no van a recibir material por ahora, volvé a leer los puntos uno y dos de este catálogo.
Ocho.Es la respuesta que esperabas. Mandales el libro o llevalo vos mismo.
Nueve. Preguntá, por mail o por teléfono, un mes después, si leyeron o no el libro. Pero no seas cargoso, ni agresivo, ni débil, ni te quejes, ni tengas miedo. Este punto puede llegar a repetirse varias veces.
Diez. Cuando te encuentres con el editor para charlar sobre la posibilidad de que tu libro sea publicado por esa editorial, mirate la mano donde está el tatuaje. Pagar no. En el caso de que la cosa marche bien, pedile que te hagan un contrato. Leé ese contrato con detenimiento -preguntando lo que no entiendas-. Abrite a las sugerencias y críticas. Escuchá, volvé a preguntar. Si finalmente te dicen que van a publicar tu libro, disfrutalo de la manera que más te guste, pero con el convencimiento de que estará empezando un nuevo proceso largo. Los libros no se publican de una semana para la otra. Lo más probable es que te digan que se publicará al año siguiente y que al año siguiente se atrase un poco más. Paciencia. Mientras tanto, a escribir el siguiente libro.
No hacer
Uno. Dejarte ganar por la ansiedad y la desesperación. Pensá que una vez que terminás de escribir el libro, siempre es necesario un tiempo de reposo. El material está tibio todavía. A veces es bueno dejarlo descansar seis meses, un año, diez años. La ansiedad y la desesperación no te llevan a la literatura, te enferman.
Dos.Tratar de buscar un editor sin que un amigo escritor, un lector confiable -según tu criterio- un tallerista, una novia, una ex novia, un novio, un ex novio o un extraño, hayan leído tu libro. La mirada de otro es fundamental. Justamente, es otro. Vos estás contaminado por tu propia escritura y te cuesta tomar distancia. Sin distancia, sin la posibilidad de leer tu libro como si fuera ajeno, la corrección se hace complicada.
Tres.Pensar que el editor tiene como única meta en la vida leerte a vos. Tiene sus ocupaciones, como cualquier otro mortal. Es más, en general, con tanto para leer, muchas veces, el editor, se vuelve esquivo e inaprensible, al menos para el autor. Releé el punto uno y el dos del decálogo anterior para tener una actitud prudente.
Cuatro. Enojarte o decepcionarte o dejar de escribir si te rechazan. El rechazo es una posiblidad concreta. Eso no implica que tu libro sea una mierda. Ni que vos seas una mierda. Ni que el editor sea una mierda. Ulises, de Joyce, fue rechazado por veintidos editores.
No hagas como Kennedy Toole, que se mató luego de que muchos editores rechazaran su original. Tomá en cuenta que ese libro, La conjura de los necios, fue publicado once años después del suicidio de su autor y ganó el Pulitzer y vendió un millón y medio de ejemplares.
Cinco. Pensar que ya sos un gran escitor si no te rechazan. Escribir es un oficio que lleva toda la vida y no hay un lugar adónde llegar. El trabajo de un autor no es una línea recta, es una línea sinuosa. A veces recién en el séptimo libro escrito -el tercero de los publicados- vas a sentir que la cosa empieza a funcionar bien con tu escritura. A veces no sentís eso nunca, o lo sentís un lunes a las seis de la tarde y el martes a la noche pensás que sos un imbécil.
Seis. Poner toda tu expectativa en la crítica de tu libro y en las ventas. Tomar al éxito y al fracaso como dos impostores es un gran consejo que Borges entendió leyendo a De Quincey y que te va a servir a vos en el momento en que leas la primea reseña de tu libro y que te enteres que en una librería de Palermo se vendieron cuatro ejemplares.
Siete. Dejarte ganar por la ansiedad y la deseperación. Sé que esta en el punto uno, pero me parece necesario repetirlo.
Ocho. Pagar la edición. Creo que ya lo puse antes, pero es importante volver a mencionarlo. A pesar de que tengas el convencimiento de que tu libro va a circular frenéticamente y va a ser leído por miles de personas, pensá esto: si pagás la edición, lo más probable es que te vuelvas a tu casa con un montón de libros que vas a terminar regalando entre parientes y amigos. Además, hay sellos que, en definitiva, te van a jugar en contra. Publicar en sellos que todo el mundo sabe que le cobran al autor, le resta valor a tu libro. Por más que sea un gran libro. Esperar es, mucha veces, lo más recomendable.
Nueve. Escribir pensando en la posteridad, en el presente, en dejar testimonio y en vender tu libro. Todo esto es altamente peligroso. Escribí en paz, sin que el presente te condicione. Nunca pienses en lo que deberías escribir para vender libros, eso es perder el eje de tu obra y también perder el tiempo.
Diez. Dejar de ser sincero. Estar pendiente de la mirada ajena. Actuar, inventarte un personaje para seducir editores y lectores. En definitiva, nadie puede inventarse una vida. Escribí -y viví- siendo coherente con lo que sos. Entre muchos otros inconvenientes, posar para llamar la atención y escribir desde otro lugar, desde un lugar que no es el tuyo, te va a terminar aniquilando. Pensá en esa frase de Osvaldo Lamborghini: “Publicar y después escribir”. Eso es poner la carreta delante del caballo. Es darle más importancia a la circulación que a la producción. Primero, escribir. Segundo, escribir. Tercero -o primero- leer. Octavo, publicar.
*Publicado en el número 4 de la revista La Balandra.