Por Lydia Davis
Luego de que se me señaló muchas veces que raramente uso diálogos en mis relatos, me resultó particularmente placentero escribir muchos relatos, el año pasado y este, que consisten exclusivamente en diálogo, o en gran parte al menos. Pero el lenguaje que uso es, en la medida de mis posibilidades, tomado de la realidad. No es artificial, es real. Realmente me gusta mucho el modo en que hablan las personas. No disfruto “hacer” que mis personajes hablen de una manera determinada. Pero eso no significa que no pueda apreciar las maneras en que otros escritores producen diálogos. Quizás estos nuevos cuentos que estoy escribiendo son más “norteamericanos”, es difícil de decir. Me sigo negando a nombrar personajes y muy seguido también me niego a nombrar lugares. Tendría que leer mis cuentos desde afuera para saber si son más universales o más norteamericanos. Sé que algunos son muy difíciles de traducir, pero en general son los que contienen juegos de palabras.
(…) Me interesa la psicología, pero no al punto de leer libros o artículos sobre el tema, simplemente me gusta observar a las personas y pensar en ellas. En mis cuentos, suelo empezar desde mi propia tendencia a ser introspectiva y algo obsesiva (¡no patológicamente!) y luego quizás exagero algo que está pasando en mi propia mente. En otras palabras, lo que para mí sería un pensamiento al pasar, se vuelve un pensamiento implacable y obsesivo para el personaje de mi cuento. Esa obsesividad puede ser terrorífica o graciosa.