Por James Ellroy
Escribo cada frase hasta que creo que es perfecta. Escribo a mano. Escribo la mayoría de días. Corrijo con tinta roja. Lo mando a mi mecanógrafa. Ella lo mecanografía. Yo corrijo sus errores con tinta roja. Ella vuelve a mecanografiarlo. Un manuscrito de mil páginas. Lo he hecho veinte veces. Después lo envío a mi agente. Después lo repasamos. Y después él lo manda a la editorial.
Los rasgos de carácter que me definen, que me han convertido en quien soy. Bien. Mi fe religiosa y la creencia en Dios. La sensación de que tenía un don que se desarrolló desde que mi padre me enseñó a leer con tres años y medio. El asesinato de mi madre en 1958, que suscitó en mí una inmensa curiosidad por todo lo relacionado con lo criminal, y que se transformó en una curiosidad por la historia criminal y social de Los Ángeles, y también de Estados Unidos. El hecho de que tengo un gran talento, una persistencia, una gran diligencia y una meticulosidad sobrehumanas. Y siempre soy consciente de que trato de ser mejor, de aprender de mis errores. Tengo una gran conciencia de Dios, de mis lectores, para mejorar y mejorar y mejorar como escritor. Así que he escrito libros cada vez más largos, libros distintos, utilizando diversos estilos. Los otros seis o siete atributos que podría añadir a eso para explicar quién soy… Vaya. Soy divertido, puedo hablar delante de público y sé cómo interpretar. Me gusta divertir a la gente. Y la gente no está acostumbrada a que los escritores le diviertan
Después de Beethoven, Don DeLillo. El Don DeLillo que escribió Libra sobre todo, aunque le sobre la autoconciencia. También el Don DeLillo que escribió la mitad de Submundo, que está muy lastrada por los excesos de la escritura y la autoconciencia. Yo no soy Don DeLillo. No tengo esa energía cerebral. Pero soy más apasionado y más inmediato. Yo me veo a mí mismo como un investigador privado de la historia, por eso me interesa Libra. Libra es la novela de DeLillo de 1988 sobre el asesinato de Kennedy. Plantea la teoría de que un tremendo trío de renegados de la cia, enloquecidos exiliados cubanos de extrema derecha y agentes de la ley mataron a jfk, y que jfk fue responsable de su muerte porque traicionó a toda esa gente. Y que por las reglas con las que vivió, fue un traidor. El libro era tan bueno que supe que no podría escribir uno igual, especialmente sobre el asesinato, pero podría escribir otro, América, en el que los presagios del asesinato empezaran a nacer en 1958.
Sobre mi estilo. Mi editor en Alfred A. Knopf me dijo: «Recorta algunas palabras de L. A. Confidential, es demasiado larga». Y yo hice mi trabajo: desarrollé el estilo telegráfico. Cuando me puse a escribir la secuela, Jazz blanco, en primera persona, el estilo —discursivo, anecdótico— me parecía soso. Vi que si recortaba y recortaba palabras encajaba con la voz del narrador, un poli de Los Ángeles follonero, paranoico y racista que se enamora de una cómplice de asesinato basada en una mezzosoprano sueca, Anne Sofie von Otter, en otoño de 1958. Después llevé ese estilo a sus últimas consecuencias en Seis de los grandes. Mi ex mujer, Helen Knode, también novelista (leed su libro The Ticket Out), me dijo: «¡Es demasiado difícil! ¡Vuelve a poner unas cuantas palabras!». Así que volví a meter palabras en el libro. Es un libro mejor.
Fuente: El boomeran