Después de escribir sus novelas más famosas, Dashiell Hammett se sintió incapaz de volver a escribir algo bueno. Durante muchos años luchó entre sus ganas de escribir y la angustia que le provocaba ponerse frente al folio en blanco y sentir que había perdido su talento. La lucha solía terminar en borrachera. Este fragmento está sacado de una carta que dirigió a su hija, Jane Mary Hammett:
Tengo un montón de problemas con el libro, pero son del tipo de problemas que supongo que tengo que padecer -lo que quiero decir con esto es que me está costando un gran esfuerzo hacerlo todo lo bien que desearía y del modo que yo quiero-, así que pienso que no hay nada que hacer, salvo seguir poniendo mala cara, maldecir, escribir y suprimir, y volver a escribir, y no suprimir, y pensar que tengo que trabajar más duro, y buscar enfurruñadas razones para no trabajar, y pensar que va a resultar mejor de lo que va a ser, y pensar por un instante que mañana o cualquier otro día estaré mejor, y al instante siguiente darse cuenta de que tenía que haberío escrito hace diez años, cuando tenía más material… estupendas, tontas y agudas tonterías mías, que me figuro ayudan a pasar el rato mientras la novela se va haciendo -un poco mejor o peor de lo que debería ser- en alguna medida, en algún momento.