El lunes 10 de febrero comienza el curso express online Tres apuntes para escribir un cuento, coordinado por Hugo Correa Luna. A lo largo de tres quincenas, el curso propone un abordaje inicial a algunos aspectos de la escritura narrativa. Al igual que los otros cursos de la Escuela de Escritura Online de Casa de Letras, se desarrollará en un entorno de Moodle, una plataforma virtual especialmente diseñada para el aprendizaje online. Conversamos con Correa Luna al respecto.
¿Qué aspectos del cuento abordará el curso?
Como es un curso muy breve, equivalente a un curso presencial de tres reuniones, teníamos que buscar temas que fueran abarcables y tratables en esa extensión y que no supusieran, además, cuestiones previas muy complejas. Pensamos, entonces, en aspectos centrales y muy básicos. Muy básicos, sin embargo, no quiere decir elementales ni obvios: quiere decir los aspectos más íntimos, los que están más en el hueso de la narración y el cuento, los que, en cierta forma, lo constituyen.
El primer aspecto se refiere a la narración en general, sea esta literaria o no –pienso tanto en la noticia o la anécdota que se cuenta en una reunión, pero también en un cuento literario–, y trata de aquello por lo que un hecho o conjunto de hechos adquiere la dignidad de ser narrado: desde la excepcionalidad, lo curioso de una historia o su importancia hasta –en el extremo más puramente artístico, por así decir– la que, aun careciendo de un esplendor, rareza o atractivo per se, es realzada por la mano, la mirada, del escritor.
El segundo ya deja de lado lo que no sea literario y entra de lleno en lo que es para mí la entraña del relato literario: el extrañamiento. Vale decir la mirada, el tratamiento que vuelve a esa historia única, singular y hace que incluso la historia más “pobre”, más común se vuelva llamativa, digna de ser contada y leída, por supuesto.
El tercer aspecto, para mí, es el que hace que una narración literaria sea un cuento. Y tiene que ver con la extensión. Es cierto que la extensión, dicho así, parece una cuestión mecánica, pero “extensión” es un modo demasiado resumido de decir: lo importante es, en cualquier narración el trayecto que va del planteo de un problema a su resolución –sea esta un éxito o un fracaso–; ese trayecto es el que atrae y compromete al lector. Entonces, si un texto narrativo como el cuento se da una extensión breve utilizará para ese recorrido mecanismos diferentes de los que vemos, por ejemplo, en una novela.
Entonces, nuestro curso, visto así, parece un modo de investigar una estructura general como es la narración para ver cómo se vuelve literaria y luego cómo lo literario se plasma en el cuento. Perfectamente podría haber un cuarto aspecto que tratara de cómo elabora ese trayecto la novela.
¿El alumno podrá escribir sus propios cuentos?
Claro que sí: es un curso de escritura ante todo. De hecho, habrá consignas dirigidas a trabajar según esos aspectos que vamos a examinar.
¿Cuáles son las ventajas para el aprendizaje de la cursada online? ¿Considerás que hay diferencias, desde este punto de vista, con un curso presencial?
Lógicamente, son muy diferentes la modalidad online de la presencial y esas diferencias tienen un efecto. No es que una sea mejor que otra, aunque cada uno pueda tener sus preferencias. Lo diferente está en los límites de cada modalidad; los límites sentidos como dificultades, claro. Entonces, en la medida en que se asumen como problema, el modo en que se plantea el curso es una estrategia para superarlo.
Ahora, cuáles son esos límites. El curso presencial ocurre en un tiempo, por ejemplo, dos horas en que los cursantes especulan, critican, discuten aspectos de diversos textos, según cierto marco teórico que expone una cuestión técnica, como puede ser el narrador, o la temporalidad. Además hacen lo mismo con los textos propios. El problema, acá, está en que es muy difícil abarcar todo eso de manera ordenada: exponer el marco teórico, discutir los textos utilizados como ejemplos y, por último, revisar cómo funciona esto en los textos producidos por los integrantes del curso. Pocas veces se llega a hacer todo esto en dos horas, y cuando se llega suele ser más bien porque hay cierta cosa que no anduvo del todo bien: no produjeron demasiados textos o no se animaron a participar de la discusión. No obstante, no hay que desdeñar el caos que significa todos discutiendo, proponiendo, saltando de un tema a otro: esa vivacidad, el calor de esa reunión es la que compromete, la que hace que los conceptos queden, anclen, aunque sea de manera parcial. Porque en realidad esos conceptos necesitan ser procesados por el cursante y eso lleva un tiempo: el de la experiencia que los va consolidando.
En el curso online, en cambio, el tiempo es más amplio: los alumnos reciben un texto teórico y lo leen –lo que también podría ocurrir en el curso presencial–, la discusión no es acalorada sino diferida a través de preguntas escritas, respuestas escritas. Todo es más ordenado, más mediado por lo intelectual, lo que hace que se ponga mayor distancia con el material: la discusión acalorada, creo, es una especie de atajo por el cual se apropian más rápidamente del material. Es una suposición, claro. Lo cierto es que el curso online omite los gestos, los tonos, es solo la letra escrita, lo que lo hace un medio más frío. Como ocurre con todo, a cada uno le cabrá mejor uno u otro.
En suma, las diferencias entre los dos son obvias. Los resultados, en cambio, son más o menos los mismos. Una modalidad no es superior a otra: simplemente a cada uno le conviene más una de las dos.
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