Por Angélica Gorodischer
(…) la inspiración no existe, lo que existe es el trabajo. Como dijo Picasso: “Llegó la inspiración y me encontró trabajando”. Vos ponés el traste en la silla y laburás y ahí aparecen las ideas. Un autor norteamericano que se llama O. Henry decía que en todas partes había un cuento. Y un amigo un día le pidió que dejara de decir macanas, agarró el menú de un restaurante y le dijo: “¿Acá también hay un cuento?”. Y O. Henry escribió uno de sus mejores relatos con el menú. Todo el mundo tiene inspiraciones, que mueren medio segundo después de haber aparecido. Cada vez que me voy a dormir me cuento un cuento. No sirven para nada, pero me gustan y así me duermo. La otra noche caí a la cama y tuve tiempo de contarme una novela de capa y espada. De acción, por momentos espantosa, sentimentaloide. Pero en un momento digo: “Ah mirá, esa escena donde el tipo salta el dique me sirve para algo”.
(…) Siempre tengo un plan. Sea cuento o novela. Sé que lo puedo traicionar. Si no me viene bien, no me importa, lo cambio. Pero sé todo lo que va a pasar.
(…) No me encasillo. Me encanta cambiar. A él (señala a su esposo) no lo cambié, pero me encantaría. De vez en cuando pienso cómo puedo hacer (risas). Había publicado y ganado un concurso. Luego descubrí la ciencia ficción. Así que le daba rienda suelta. Uno podía inventar lo que quería, era rienda suelta a la imaginación. Y me puse a escribir. Paco Porrúa me publicó Opus dos, que es mi novela de ciencia ficción. Lo que puedo decir de mí es que nunca cedí a la tentación de las cosas que se hacen en el momento. Hubo épocas donde había que escribir sobre Eva Duarte o sobre los desaparecidos. Tengo mi posición sobre los desaparecidos y ese momento histórico pero no tengo por qué hacer literatura con esos temas. Escribo por escribir. Ni para ganar dinero, ni para tener fama. Quiero escribir y lo que venga vendrá. Por eso escribí como se me cantó, lo que se me cantó y en el momento que se me cantó. A mí hay cosas que me interesan y cosas que no. La vida real no me interesa. Si rascás un poco no sabés bien qué es la vida real. A mí me interesa lo inexplicable. Lo que tiene explicación, para qué. Eso no me importa. Me interesa lo que hay abajo.
(…) No me encasillo. Me encanta cambiar. A él (señala a su esposo) no lo cambié, pero me encantaría. De vez en cuando pienso cómo puedo hacer (risas). Había publicado y ganado un concurso. Luego descubrí la ciencia ficción. Así que le daba rienda suelta. Uno podía inventar lo que quería, era rienda suelta a la imaginación. Y me puse a escribir. Paco Porrúa me publicó Opus dos, que es mi novela de ciencia ficción. Lo que puedo decir de mí es que nunca cedí a la tentación de las cosas que se hacen en el momento. Hubo épocas donde había que escribir sobre Eva Duarte o sobre los desaparecidos. Tengo mi posición sobre los desaparecidos y ese momento histórico pero no tengo por qué hacer literatura con esos temas. Escribo por escribir. Ni para ganar dinero, ni para tener fama. Quiero escribir y lo que venga vendrá. Por eso escribí como se me cantó, lo que se me cantó y en el momento que se me cantó. A mí hay cosas que me interesan y cosas que no. La vida real no me interesa. Si rascás un poco no sabés bien qué es la vida real. A mí me interesa lo inexplicable. Lo que tiene explicación, para qué. Eso no me importa. Me interesa lo que hay abajo.
(…) No tengo formación ni información. No se puede enseñar a ser escritor. Lo que sí se puede es ahorrar tiempo a las personas. Evitar que quieran descubrir la pólvora. Decirles por ejemplo: “No. Eso ya está requetehecho, se hace así y así”. Eso sí que es muy útil. Pero eso no me interesa hacerlo. En cambio, tengo lo que llamo un “Grupo de reflexión sobre la escritura” que sí me interesa mucho. En ese grupo no acepto a nadie que no tenga un proyecto. Pregunto: “¿Vos estás haciendo algo?”. “No, pero me gustaría escribir”, me responden. Les digo que conmigo no. Ahora si me dicen “empecé una novela”, les digo “vení para acá”. Si no tenés un proyecto no me interesa, porque para empezar por el ABC no tengo tiempo. A veces te encontrás con alguien que te dice: “Yo tengo unas ideas…”. No. Los cuentos no son cuestión de ideas, son peripecias. Lo que vos sentís, pensás, opinás a nadie le importa. Contar una historia es lo que vale. Hay un tipo al que le pasa tal cosa cuando sale de su casa, camina por una calle, se le cae algo en la cabeza y entonces… Eso es lo que sirve. Vos por favor quedate afuera. Si vos tenés la peripecia tenés el cuento. Después vemos lo demás, el lenguaje, la narrativa, las palabras.