Por Juan Rulfo
“Lo poco que escribí ya está muerto. Hace veintitantos años que está muerto. Y no, posiblemente no vuelva a escribir jamás. Pero, en todo caso, ¿qué más da? Hay mucha gente que solo ha escrito un libro en su vida y no ha pasado nada y otros muchos que han escrito treinta y no les conoce nadie. Escribir por escribir, ¿para que?”.
“Hay novelistas que consideran que en una novela cabe todo, y entonces el autor interviene continuamente con sus elucubraciones, sus divagaciones sobre esto y aquello, o sea, hace ensayos dentro de la novela para llenar los llamados tiempos muertos del relato. Normalmente es porque el escritor no sabe por dónde salir y se dedica a divagar. Yo también caí en esa trampa, todos caen. Y eso es lo que yo fui eliminando de Pedro Páramo. Eliminé las ideas y me limité a los hechos. Por eso en la novela solo intervienen los personajes, a los que ni siquiera describo. Se les conoce solo por sus características psicológicas. No tienen ni rostro siquiera, no se sabe si están vivos o muertos”.
“Yo nunca he tenido en cuenta al lector, la prueba es que no los tuve. No los tuve durante mucho tiempo. De Pedro Páramo se editaron dos mil ejemplares, mil de los cuales los compré yo para regalar a los amigos. Los otros mil tardaron cuatro años en venderse. Luego sí, al cabo de los años, comenzaron las ediciones. Pero todo esto esto no tiene importancia. Yo no he podido vivir nunca de la literatura. Y me parece bien”.