Por Almudena Grandes
Yo, académicamente, no tengo nada que ver con la filología, ni con el estudio formal de la literatura. En cambio, estudié historia: soy historiadora de formación, aunque en el fondo siempre quise escribir. Es una
vocación infantil: desde pequeña quería escribir. Después, cuando ingresé en la universidad, supuse que aprendería cosas que me formarían un poco; pero la filología no tiene nada que ver con la literatura, por lo menos en España. Ahora, tal vez eso haya cambiado, porque las universidades han tenido autonomía. Cada universidad tiene un plan de estudios distinto y se han separado las carreras. Ya no se trata de Filosofía y Letras, sino que son carreras diferentes e independientes. En mi época lo que se estudiaba básicamente era Lenguaje. Estudiabas Lengua toda la carrera, y ya, sobre el final, la especialización la hacías en Literatura.
Tengo una formación literaria muy autodidacta. Soy una lectora muy caótica desde el principio; no he sido nunca una lectora sistemática. Aunque ahora, como vivo con un filólogo, los últimos dos años he rellenado muchas lagunas. Pero lo que me convirtió en escritora fueron los propios libros. Lo que más me gustaba en el mundo era leer libros y lo que más me sigue gustando en el mundo es leer libros. Si encontrara a una persona que me pagara por leer novelas no escribiría novelas, me gusta mucho más leerlas. Leer es siempre algo que haces por placer y escribir se hace por necesidad; tiene ingredientes diferentes. La literatura en principio, para mí, tuvo mucho que ver con la vida: la literatura, desde el principio, era vida de más. Y puede que sea eso lo que engancha a los lectores en los libros. Precisamente ése es el objetivo: que el lector se proyecte, que se zambulla en lo que lee y que pierda el control. Para mí fue una emoción inmensa que un lector calificado, un crítico, me diga que ha tenido que leer el libro dos veces porque la primera vez no se podía fijar en el texto para la crítica posterior. Leen para llegar al final de la historia y para saber qué pasa. Han dicho que tienen que leer otra vez para ir ya fijándose en la escritura. Ese es el elogio más importante que te pueden hacer.
(…) Para mí, la literatura es fundamental. Yo siempre he querido escribir. Cuando era pequeña quería ser escritora. Nunca me he recordado a mí misma queriendo ser otra cosa. En realidad, lo que me llevó a la escritura fue la lectura y la propia literatura. Quise escribir porque antes que nada quería leer. Yo empecé a leer desde muy pequeña. Me engancho en la literatura por el mecanismo que creo que engancha a todos los lectores, que es la condición que comparte la literatura con la vida. Yo creo que la literatura es algo que tiene que ver con la vida hasta un punto tal que significa vida de más, emoción de más, risa de más, miedo de más. En definitiva, una experiencia que permite multiplicar y agudizar la vitalidad del lector. En alguna forma, al viajar en los libros, uno no deja de ser el mismo y sin embargo, se traslada a un lugar fronterizo entre la ficción y la realidad donde a menudo es más feliz que en su vida cotidiana. Yo descubrí que en los libros podía ser más feliz que en la vida. Y que mi forma de vida favorita era la que sucedía en los libros. Por ese motivo empecé a escribir. Pasar de ser lectora a ser escritora para mí fue algo tan natural (o antinatural) como atravesar un espejo…